“Un mundo que no existe”. Recorrido (Viewing room)
Ana Teresa Barboza, Noemí Iglesias, Laura López Balza, María Acuyo
De 21 de enero a 6 de marzo de 2021
Un mundo que no existe es una exposición colectiva desarrollada junto a Espacio Líquido que muestra pinturas, dibujos, fotografías intervenidas con tejido y esculturas en porcelana realizadas por cuatro mujeres artistas, Ana Teresa Barboza, Laura López Balza, Maria Acuyo y Noemí Iglesias, que se alejan de la objetividad ficcional de todos los paisajes en los que lo natural es protagonista para componer mundos que, por diferentes motivos, no existen.
La naturaleza presente en los paisajes que proponemos en Un mundo que no existe late y respira, es dadora de vida y se genera de emociones, vivencias, paisajes interiores y mundos oníricos. Frente a los paisajes que acostumbramos a ver en toda la historiografía del arte –realizados en su mayoría por nombres en masculino– desarrollamos un proyecto expositivo con cuatro mujeres artistas –Ana Teresa Barboza, Laura López Balza, Maria Acuyo y Noemí Iglesias– que se alejan de la objetividad ficcional para componer mundos que, por diferentes motivos, no existen.
Lejos quedan esos paisajes idealizados, exotizados, repletos de abundancia y animales de tierras lejanas. Escenas bucólicas de jardines franceses e ingleses con arquitecturas Palladianas; de bosques impenetrables con atmósferas medievales colmados de ruinas… todo un imaginario pictórico sujeto a nuestra retina que más allá de conformar un retrato fidedigno de una realidad y un momento concreto, representan ficciones sustentadas en el progreso científico, la temporalidad moderna o la construcción del Otro. Ideas que constantemente han sobrevolado cada una de las pinceladas del género paisajístico con el objetivo de constituir una mirada única basada en la hegemonía del ocularcentrismo.
La temporalidad adscrita a esas imágenes impuso un tiempo único, productivo y tecnológico. Conformaron una sociedad abiótica cuya herencia en el capitalismo actual ha terminado por llevar este tiempo hegemónico a sus cotas más altas, creando toda una semántica de la producción actual basada en devorar lo limítrofe, como la naturaleza, para terminar por convertirlo en herramienta útil. El modo de utilizarlo y las consecuencias que ello acarrea no tienen la mayor relevancia en nuestro contexto actual.
Las artistas aquí reunidas crean con los ritmos orgánicos, pausados y densos de lo natural mediante composiciones que parten de vivencias personales en un territorio lejano –real, abstracto o mental– que no exotizan, sino que comprenden en todas sus narrativas míticas para incluirse en ellas. Sus obras recorren paisajes íntimos y tangibles desde una temporalidad y un ritmo más propio de la naturaleza de lo afectivo y de lo orgánico que de la instantaneidad contemporánea.
Componen mundos que no existen, plantean aproximaciones desde distintos lugares en torno al paisaje y al mundo natural; escenarios diferentes con un punto en común, la necesidad de seguir activándolos en la actualidad. Sus propuestas no crean el paisaje; son el paisaje. Lo generan y ellas mismas se generan. Se conforman cartografía que alberga las distintas formas de vida natural, regidas por los tiempos de gestación y maduración en sus procesos y asociándose simbióticamente con sus distintos hábitat biogeográficos, culturales e históricos.
La lucha por la existencia de los mundos que no existen depende de que cada espectador consiga conformarse paisaje natural, deteniendo su cuerpo y mente al enfrentarse a las obras. De que pueda servirse también de todos los organismos allí situados para producir una nueva ciencia natural de las relaciones con ellos, que no surgirá del aspecto racional, sino del empírico, sensitivo y emocional.
Artistas y obras en la exposición
Ana Teresa Barboza y Noemí Iglesias
Los paisajes ficcionales creados por Ana Teresa Barboza y Noemí Iglesias presentan una forma de acercarnos al ecosistema natural desde una imbricación completa con el mismo. La experiencia directa con sus creaciones parte de una cuidada manufactura –relacionada con el contexto–, por los componentes utilizados y las materializaciones híbridas que constituyen multitud de realidades. Conforman utopías de mundos que no existen, porque no los vemos o porque están a punto de desaparecer… Entendiendo sus ficciones desde el poso de realidad que las estructuran y que en sus trabajos son la política, la ecología o nuestra relación con el medio. La conexión de sus obras con el paisaje no se produce de manera unidireccional, como una experiencia para el ojo, sino como un modo de situarnos ante el contexto de lo natural como forma de pensamiento y de habitabilidad, otorgándole a nuestras reflexiones el poder propio de la naturaleza sensible y consciente.
Ana Teresa Barboza
Ana Teresa Barboza (Lima, 1981), utiliza el tejido y otras técnicas artesanales tradicionales para transmitir al espectador una observación meditativa y poderosa sobre todo aquello que le rodea. Inicialmente su trabajo tenía que ver con la conciencia del cuerpo humano, representándolo como una estructura seccionada, recompuesta y decorada mediante la costura y el bordado para reflexionar sobre su relación con los demás.
Posteriormente esa mirada se desplaza hacia su entorno, para concentrarse en los vínculos que la unen con los otros y su obra inflexiona para adquirir un carácter más social, abriéndose a reflexionar sobre la transformación de la naturaleza y la relación o contacto de los humanos con ella, para lo que utiliza el bordado y el tejido para hacer un paralelo entre el trabajo manual y los procesos de la naturaleza, creando estructuras con el hilo similares a las que hace una planta, por ejemplo. En algunas obras se simulan experimentos que buscan recomponer la naturaleza con otro orden, enseñándonos a mirarla nuevamente.
Su trabajo actual busca reaprender de la labor de los artesanos para restablecer el contacto con los procesos manuales y corporales con que la herencia, la cultura y las imágenes han ido tomando forma y mostrar las huellas dejadas por el cuerpo y la naturaleza en ellos.
Licenciada en la Facultad de Arte, ha participado en exposiciones individuales y colectivas en Sudamérica, Norteamérica y Europa y ha ampliado estudios y realizado residencias en París, Taipei, Ginebra y Lima.
En “Un mundo que no existe” realiza una serie de trabajos combinando fibras naturales en sus tejidos y el registro fotográfico del paisaje peruano. La construcción de estas ficciones conecta el acto del tejer, tan vinculado a la mujer, lo íntimo y lo doméstico, con una perspectiva creadora, irrumpiendo con fuerza en este territorio poblado por hombres. La artista transforma el paisaje con el fin de que el cambio en nuestra conciencia, con respecto a su recorrido y vivencia, sea real. El espectro de lo natural ha recorrido sus trabajos desde el estudio y la experimentación de las plantas, la tierra, e incluso el poder simbólico y ritual del agua. Y son justamente estas investigaciones del paisaje y el contexto latinoamericano las que se encuentran cruzadas por cuestiones políticas, que tanto han sobrevolado y potenciado su contexto y que, en su caso, se presentan desde la denuncia de un paisaje violentado por ser de otros, por ser ficcionado desde el exterior y por ser continuamente destruido en pos de la productividad. Por tanto, la forma de habitarlo desde nuevas posibilidades parte del motor de cambio que supone su práctica artística y que concreta en sus obras, connotadas por cuestiones cercanas al medio ambiente y al ecologismo.
Noemí Iglesias
Noemí Iglesias (Asturias, 1987) se define trabajando con medios escultóricos y formatos performativos de larga duración. Es un claro ejemplo de nomadismo contemporáneo: desde el año 2009 ha vivido y trabajado en Grecia, Inglaterra, Finlandia, Italia, Hungría, Taiwan y Portugal.
Su trabajo representa lo que ella define como actual mercantilización del enamoramiento y cómo los patrones emocionales son asumidos socialmente como iconos de consumo en la producción de una utopía romántica. En ella, las experiencias sentimentales se presentan a través de productos fabricados por industrias específicas que transforman las pautas emocionales en estrategias consumistas. Su obra ha podido verse en centros españoles como Laboral Centro de Arte en Gijón, el Museo Arqueológico de Oviedo. Y fuera de España en el Gimhae Clayarch Museum de Korea, la galería Mumu y la North Gallery de Tainan en Taiwan o el Contemporary Art Center de Atenas. En 2021 recibe el premio LABjoven_Los Bragales.
El mundo natural ha recorrido todos los trabajos de Noemí Iglesias. Lo vemos en sus delicadas flores de porcelana y en sus proyectos, en ocasiones performativos, donde cuestiona temáticas universales como el amor y su mercantilización; el deseo y la transformación política, o los sistemas patriarcales en el entorno industrial. En Un mundo que no existe muestra criaturas híbridas, una combinación del cuerpo de un loro –paradigma de animal exótico– con un acabado de flores que cubre y crece por todo su rostro. Los pequeños brotes son sus vías respiratorias; su simbiosis es clara, la pervivencia de uno no puede darse sin el otro. Y en este sentido metafórico, nuestra relación con el mundo natural parte de esta dependencia. Más allá de nuestra inclusión implícita en las obras, estas criaturas abren nuestra mente a nuevos imaginarios posibles, nuevas formas de imaginar y pensar el territorio natural alejadas de las imágenes ficcionales, objetivas y asépticas de la razón.
Laura López Balza y María Acuyo
Los paisajes subjetivos de Laura López Balza y Maria Acuyo parten del interior y reverencian la importancia de la profundidad de los relatos que acontecen en sus obras, frente a la historia oficial objetiva. Las artistas crean enigmáticas escenografías que se alejan de los aspectos superficiales, partiendo de vivencias, del poder simbólico de los elementos creados y la plasticidad orgánica de la pintura. Formas celulares, atmósferas con veladuras y escenas de gran fuerza cromática nos cautivan y activan nuestra imaginación para conectarnos con lo simbólico que trae consigo el rito y la creencia.
Laura López Balza
Los dibujos y pinturas de Laura López Balza (Cantabria, 1984) son enérgicos, cercanos, divertidos, desinhibidos y a veces ácidos. Con ellos muestra y contagia su entusiasmo por la infinita riqueza y variedad de lo observado, lo vivido y lo imaginado.
Su obra trata las emociones primarias de una manera pasional y expresiva y narra su propia experiencia vital a través de un mundo interior compuesto de fábulas protagonizadas por la naturaleza, el paisaje o lo cotidiano. Son historias mínimas; recordadas, imaginadas, vividas o idealizadas que reflejan anhelos, preferencias o miedos; pero siempre son un canto a la joie de vivre.
Una de las referencias que Laura López Balza toma en sus trabajos es el aspecto mítico de las leyendas en Senegal, su lugar de residencia. En sus propias palabras, la magia de lo cotidiano, existe en el lenguaje performativo, puesto que los actos de enunciación de los relatos son los que crean la realidad al nombrarlos. Una palabra convertida en acción, que al ser transmitida por la tradición oral, López Balza replica a modo de simulacro mediante el lenguaje pictórico. Designa el rito, los personajes y el contexto natural como constructo de una nueva mitología, una invención perpetua. Su relación con ella se produce, como con el paisaje que representa, desde sus propias vivencias. Con una mirada íntima que parte de las emociones y dota a la naturaleza que recorre de un carácter organicista y sensitivo.
La artista trata escenas, personajes y colores con un diseño muy personal y característico, formalmente primitivista, que recuerda al art brut. Las reglas de perspectiva y proporción quedan eliminadas para acentuar el poder visual de unas composiciones en las que un poderoso cromatismo, atravesado por lo imaginado y el rito, da forma al microcosmos de la artista.
María Acuyo
El trabajo conceptual de María Acuyo (Granada, 1972) se basa en la naturaleza de lo orgánico y como consecuencia el paisaje. Ligada a la biología por su formación compone todo un imaginario sensible a modo de espacio para el descubrimiento y la reflexión. Con sus obras crea elementos que no existen y que solo pueden tener cabida en la pintura.
Ha expuesto en galerías como Casaborne, Milagros Delicado, Sandunga, Maria Llanos o Álvaro Alcázar y participado en Ferias como ARCO, Arte Lisboa, Arte Santander, Art Salamanca, Valencia Art o Foro Sur. Su obra está presente en colecciones como del CAC Málaga, Junta de Andalucía, Universidad de Granada, Diputación de Cáceres, Fundación Bennetton, Fundación Unicaja, Fundación Jesús Bárcenas, entre otras.
Las pinturas de Maria Acuyo liberan una atracción siniestra generada por la convivencia de formas crípticas y abstractas junto a paisajes románticos realistas. Con su obra busca con tesón la esencia de lo plástico para llegar al equilibrio en las composiciones. El sustrato que encontramos entre sus óvalos, veladuras y masas es todo un imaginario orgánico que durante años ha cultivado con una destreza técnica casi automática a partir de su formación científica. También su ordenación de los procesos artísticos nace de los sistemas biológicos que encontramos en la naturaleza, entendiendo cada subsistema como una composición de sucesivos, y una jerarquización funcional donde los que se encuentran en los primeros niveles regulan a los siguientes. En sus pinturas, son las primeras capas las que jerarquizan las subsiguientes, y de esta forma, la práctica de elaborar capa sobre capa, adquiere un poder que regula el peso y la forma de los elementos estructurales.
El resultado son escenas naturales con atmósferas que suavizan las capas superpuestas y que nos introducen en los aspectos más ocultos de nuestro inconsciente. Acuyo desea, como los surrealistas, eliminar la intervención reguladora de la razón –en palabras del propio Bretón– y dejarse guiar por los mundos oníricos de nuestra imaginación.
María Acuyo. ”Sin Título”, 2018. Acrílico sobre papel de algodón y caja de metacrilato.
36x24x5 cm