Enrique Marty. “Gabinete”
Desde el 9 de octubre de 2024. Studiolo de Candela Alvarez Soldevilla en Madrid (Solo visitable con cita previa)
Non-melancholic scenes es el título de una serie de cuadros de pequeño formato que hacen referencia, en cuanto a la técnica y los códigos de representación, a las pinturas de los siglos XV y XVI. Mediante la técnica, el formato, los temas y el simbolismo, Enrique Marty pretende crear una sensación de enigma que apela a la atenta observación del espectador. Este se enfrenta a situaciones cuyos códigos implican narrativas, pero queda desorientado por la falta de algo confortable a lo que aferrarse. Incluso el título, que niega la melancolía afirmando su expectativa, es enigmático en sí mismo.
Las obras, de hecho, representan en su mayoría escenas de la antigüedad que habitualmente ocurren durante el crepúsculo en las que el artista intercala elementos modernos y contemporáneos. Como señala Lauren Wiggers, “géneros como la mitología, los paisajes, la religión, los retratos, el heroísmo y los cuadros de gabinete también se emplean estratégicamente como herramientas conceptuales, creando fascinación y confusión en un campo minado de símbolos enigmáticos”.
Pintores barrocos como David Teniers, Willem van Haecht o Cornelis de Baellieur crearon representaciones que anticipaban el nacimiento de los museos y en las que mostraban espacios interiores amplios, repletos de obras de arte de los siglos anteriores que a menudo empequeñecían a los expertos coleccionistas representados en primer término.
Enrique Marty replica esta tradición pictórica en los cuadros de muy pequeño formato pintados con minuciosidad extrema que componen la serie Non-Melancholic Scenes, aunque se retrotrae hasta los primeros maestros flamencos de la Baja Edad Media, quienes experimentaron con la perspectiva, empleada empíricamente más que racionalmente. De ahí, por ejemplo, el uso de espejos que reflejan el espacio, la sucesión de estancias o los paisajes a los que estas se asoman a través de amplios ventanales, que son recursos empleados por Jan Van Eyck, Roger van Der Weyden o el Maestro de Flemalle, cuyos intereses no se limitaban únicamente a captar la realidad de la materia, sino a profundizar en el análisis psicológico de los personajes retratados.
Ese mismo halo de misterio y profundidad psicológica es el que destilan los personajes que Marty representa en esta serie y que nos observan con una mirada profunda, como si estuviéramos mirando a un espejo. Y en ese juego de espejos y de miradas, esos niños –en su mayoría– de época indeterminada, nos integran en el cuadro, haciéndonos partícipes de un caos frente al que se muestran impasibles, inquietantemente indiferentes a toda la riqueza artística y material que les rodea: auténticas Kunstkammer en las que se pueden reconocer muchas obras de la Historia del Arte, pero también otros objetos científicos como esqueletos, animales disecados o astrolabios, en la tradición del coleccionismo renacentista basado en el humanismo. En muchos casos, esos indolentes personajes están acompañados por flora y fauna salvajes, creando escenas abigarradas, aparentemente incoherentes y con su escala alterada pero llenas del simbolismo tradicional. Solo hay que pensar en el pavo real como símbolo de la eternidad; el cordero, de la bondad; la calavera, de la muerte; el perro, de la lealtad… símbolos que a pesar de sus significados universales pueden ser otra cosa para otros espectadores o culturas diversas, convirtiéndose así, en alegorías. “Una rosa es una rosa es una rosa”, como afirmó Gertrude Stein. Las cosas son como son, o como queremos que sean, ya que son parte de un lenguaje codificado que Marty nos ofrece para descifrar, interpretar, abarcar o contemplar de manera personal. Y al igual que Rubens, que pasó horas y horas realizando copias de las pinturas de Tiziano, Marty reproduce, representa y reconstruye imágenes como herramientas para su propio conocimiento; un ejercicio de introspección para encontrar los símbolos que le son afines.
A partir de ese profundo conocimiento de la pintura flamenca, tanto desde el punto de vista simbólico como del de la técnica, en los últimos años Enrique Marty ha ido intercalando dentro de las obras de esta serie varias pequeñas pinturas, resultado de breves pero intensas conversaciones con coleccionistas que han desvelado al artista sus intereses, que él ha “retratado”, buscando la “esencia” de la que hablaba la mecenas Isabella d’Este, quien en el Siglo XVI pedía que la retrataran a partir de descripciones escritas con el argumento de que las palabras capturaban más de cerca la esencia de una persona que el posado al natural. Ese “poder captar la figura a partir de una descripción escrita” de lo que también Tiziano, que era muy buscado como retratista, se enorgullecía.
Por eso estos encargos, cercanos al mecenazgo, buscan representar la sensibilidad estética, la identidad personal y el genuino interés artístico de los y las comitentes a través de la recreación de estancias palaciegas o Kunstkamer repletas de detalles que recuerdan el estilo de los primitivos maestros flamencos. Al mismo tiempo, ensalzan estas cualidades humanistas de los y las representados a través de símbolos y alegorías, recreados en el interior de espacios familiares. De ahí que esta pequeña exposición sea también un homenaje al apoyo incansable de los y las coleccionistas a los artistas contemporáneos. Para ello se ha elegido un lugar con gran significado, el Studiolo de Candela Álvarez Soldevilla, quien, como las mecenas y amantes de las artes renacentistas, es una de las personas que han comisionado una obra a Enrique Marty, de la misma manera, que Isabella d’Este encargó obras a un nutrido grupo de artistas de su época.
El acto de exhibir el espacio pintado es una constante en el trabajo reciente de Marty, como muestra su actual exposición De Profundis (2023) en la Catedral de Amberes, y aquí encuentra una versión más íntima, donde se puede reconocer a estos coleccionistas-mecenas, los verdaderos protagonistas de la muestra.