“Temblor y certeza”
Amaia Bregel | Manuel Diego Sánchez | Quique Ortiz | Vicky Kylander
Exposición comisariada por Dalia de la Rosa
De 27 de noviembre de 2021 a 22 de enero de 2022. La Gran (Carabanchel, Madrid)
Temblor y certeza es una exposición que reúne bajo la reflexión de Dalia de la Rosa a cuatro artistas que sitúan su trabajo fuera de los ismos del arte que atraviesan los problemas del presente desde la banalidad, para asumir desde el gesto artístico sus propias especulaciones.
El proyecto tiene su origen en la residencia realizada por la comisaria y el director de La Gran en Cantabria dentro del Programa Confluencias, un programa de Residencias Culturales y Creativas financiado por la Fundación Santander Creativa que han sido pensadas para generar redes de trabajo y posibilitar a profesionales foráneos un conocimiento profundo sobre la actualidad cultural de esa Comunidad.
Temblor y certeza son imágenes-síntoma. Manifestaciones de la colectividad, huellas, memorias y pieles que evidencian una manera de describir y de vivir aunque no sean objetivamente verdaderas. Así, toda imagen es un acto especulativo a la que se le presupone la capacidad de describir la actualidad desde el pasado, el presente y con la noción o certeza de un porvenir. Algunas de ellas han descarrillado en su propia temporalidad, son temblorosas certezas atravesadas por una “flecha oscura” que retumba en el cielo.
Esta exposición se aleja de la funcionalidad de la imagen y de los mecanismos que determinan la experiencia que tenemos con ella. De aquellos que leen lo artístico como una moda, una estetización de los problemas del mundo, como si este fuera un concepto abarcable a niveles geográficos y pudiera dar cuenta de los asuntos importantes para entender las complejas interacciones políticas, económicas, territoriales y ecológicas que se dan. Con ella, tenemos la certeza de que la cultura visual no solo es un análisis semiótico, sino que tiene que ver con el éxito o fracaso de la imagen en la interacción con el sujeto. Al temblor y el latir que produce en nosotros, en este nuevo espacio sensible. Por lo que es necesario volver a preguntarse tanto por la importancia de los discursos que se vertebran desde lo artístico como de la mirada crítica individual para dar cabida a los debates necesarios.
La exposición cuenta con el apoyo económico de la Fundación Santander Creativa a través del Programa Confluencias creado por Carmen Quijano Studio y Nocapaper. Y se ha gestado a partir de la inmersión en el panorama del arte contemporáneo cántabro facilitada por dicho programa y realizada entre 2020 y 2021 por Pedro Gallego de Lerma, director de La Gran y Dalia de la Rosa, comisaria de la muestra.
Breves biografías de artistas y comisaria:
La obra de Amaia Bregel (Santander, 1996) se centra en el desarrollo de las cualidades objetuales de la pintura y en el lenguaje metapictórico y autorreferencial. Se ha caracterizado por su pequeño tamaño, su carácter geométrico, su analogía con las maquetas arquitectónicas y por el uso de la materia pictórica como elemento estructural. Y sus piezas son el resultado de la aplicación de una metodología especifica en la que hacer arte se equipara a algo así como a hacer deberes; y la producción artística es un gesto de culto a los protocolos de aprendizaje del colegio y a la inutilidad u obsolescencia pragmática de los conocimientos allí obtenidos que, ahora, se aplican a la creación artística. De esta manera, pretende proponer una línea de reflexión y cuestionamiento sobre la educación, la acumulación de conocimiento y la utilidad del arte para afrontar el absurdo.
Tras varios años haciendo deberes, es decir, produciendo a partir de estos conocimientos que van quedando obsoletos tras la escolarización, en sus últimos proyectos la artista se va decantando por la aplicación de nuevos conocimientos ligados a sus intereses científicos, como la geodesia o la tensegridad. Así, sus esculturas tienen mucho que ver con las estructuras geométricas y matemáticas que vertebran la naturaleza y son el fruto de un detallado estudio de materiales, tensiones y equilibrios.
La práctica de Manuel Diego Sánchez (Madrid, 1993) tiene que ver con la memoria y sus imágenes, buscando interpretaciones contemporáneas a partir del Archivo. Trabaja con la fotografía como un dispositivo mnemónico, interviniéndola para generar nuevas imágenes, a menudo incompletas, mediante fragmentos con significados abiertos, imprecisos e indeterminados. Un juego entre la descontextualización del individuo y los límites de su relación con el espacio físico y culturalmente. Trabajar con la imagen, el paisaje, su manipulación y su re-representación le permite cuestionar de manera plástica qué sucede con la identidad personal y territorial en relación a la migración. A través de procesos en torno a la documentación del propio paisaje, del terreno y del suelo, establece conexiones entre el proceso de experimentación formal, de la representación del espacio y el gesto pictórico.
En su proyecto artístico Quique Ortiz (Santander, 1988) utiliza la pintura y el dibujo bajo un tratamiento figurativo de tinte realista orientado a crear imágenes de ambientes y atmósferas intimistas, en su mayoría escenas nocturnas llenas de misterio, en las que la oscuridad más negra se rompe con una luz. Formas a veces más vagas, a veces más intensas se aprecian en la oscuridad en distintas actitudes, sosteniéndose siempre en una técnica propia y característica, en la que, pintura y superficie juegan, pincelada a pincelada, creando obras espontáneas en apariencia, pero ágiles y muy cuidadas. Por otro lado, el propio hecho material del soporte, el tratamiento de la imagen, la paleta y lo matérico cargan de carácter, expresividad y fuerza su trabajo.
Sensible a lo que le rodea, trata de objetualizar y de alguna forma hacer suyo, bajo su propia mirada, fragmentos e imágenes propias de la cultura popular en un intento de destacar una cierta disconformidad o crítica con el devenir de la sociedad. También de crear un ejercicio de libre capacidad de obrar, resultando, no sólo en nuevas lecturas que aquellas imágenes primigenias abordaban, sino construyendo también la propia imagen. La pintura no sirve para producir la imagen, sino que es la imagen la que nos sirve para producir pintura.
Vicky Kylander (Estocolmo, 1971) utiliza la pintura como una herramienta vital para procesar la continua mezcla de estímulos externos y tensiones internas, de una manera abstracta, no narrativa y no literal. Su trabajo consiste en encontrar la forma pictórica subjetiva que corresponda al sentir del ahora, explorando ese espacio sobre un lienzo tras otro antes de que cambie, siendo el objetivo producir sentido y emoción estéticos a través de forma y color.
Dalia de la Rosa (Tenerife, 1983) es historiadora, comisaria y crítica de arte. Ha comisariado exposiciones de artistas como Juan López, Marlon de Azambuja, Lecuona & Hernández, Ubay Murillo o Laura Gherardi en espacios privados y en instituciones como el Centro de Arte La Regenta, el Espacio Cultural El Tanque, el CAAM Centro Atlántico de Arte o el TEA, Tenerife Espacio de las Artes. También escribe textos críticos y colaboraciones en publicaciones y catálogos de diversa índole. Sus intereses también se centran en las prácticas artísticas independientes y las nuevas formas de relación del binomio Arte-Ciudadanía. Destacan en este campo las labores de investigación y práctica que desarrolla desde 2013 junto a Lola Barrena dentro del equipo de trabajo de la Asociación Cultural Solar. Acción Cultural. Sociedad - Lugar - Arte; un proyecto crítico de acción, reacción e investigación artística cuyo objetivo es fomentar la creación y el intercambio de conocimientos, así como generar nuevos diálogos entre la ciudadanía y el arte.