Luis Pérez Calvo, “Pasar páginas”
De 18 de junio a 31 de julio de 2020. La Gran. [Simultáneamente a “Oscuro es casi el mediodía de Josep Tornero]
Para terminar la temporada 2019-2020 La Gran propone una pequeña exposición realizada a partir de los libros y cuadernos que Luis Pérez Calvo (Madrid, 1962) ha dibujado durante los últimos meses, y que complementamos con otros de años pasados que queremos que se vean por primera vez.
Hemos superado la primera oleada de la crisis sanitaria del Coronavirus encerrándonos en nuestros hogares y evitando la cercanía física con nuestros semejantes, con los que solo hemos podido interactuar mediante las pantallas que nos acompañan todo el tiempo. Y desde ahora ha de imponerse de forma indefinida la distancia, el “no tocar”; y por tanto la prevención y la profilaxis. Un distanciamiento físico que algunos confunden con distanciamiento social y que nos puede conducir hacia una insoportable frialdad.
Insoportable porque necesitamos desarrollar formas de tocar y, por supuesto, –en general– de ser tocados. Porque necesitamos existir en el tacto. Y más cuando muchos creemos que es necesario curarnos del bombardeo de imágenes digitales que han sido nuestras acompañantes durante semanas. Ese frenético scroll con ojos y dedos que nos lleva a perdernos detalles, texturas, situaciones y personajes que solo serán descubiertos y disfrutados si nos acercamos con atención, con otra forma de mirar y de ver. En suma, de tocar en un sentido amplio.
Por eso para nuestra “vuelta” al espacio físico de la galería tras la crisis del Coronavirus hemos elegido esta muestra en la que es necesario tomar las obras en nuestras manos (obviamente con guantes, pero esto ya era así antes) y pasar sus páginas para poder acercarnos a todo su contenido. Porque los cuadernos solo pueden verse tocándolos; bajo sus tapas hay dibujos y collages que solo existen o se activan con el tacto, con la voluntad expresa de avanzar por su interior con una cadencia que será diferente en cada caso, pero siempre más pausada que la de las pantallas.
Hemos colocado en dos mesas de la galería obras para las que no existe el imperativo ”¡No tocar!" de las salas de exposición. Ese desafío al que, como visitantes de museos o galerías, se enfrenta –reconozcámoslo– nuestro natural impulso a acercarnos y a menudo incluso a tocar una obra de arte.
Os invitamos a venir a la galería para recuperar la fisicidad después de tantas semanas sin tacto. Vosotros y nosotros. Porque sin visitantes no existimos ni existe el arte.
Queremos invitaros a tocar porque además esperamos que estos dibujos “nos toquen” de alguna forma con sus historias mínimas que son, a menudo, una invitación a aferrarnos a los pequeños detalles de la vida que teníamos –o soñábamos– para tratar de reconstruirla después. Pequeñas crónicas, con frecuencia denostadas en favor de los grandes relatos, pero que muestran, en la suma de todas sus páginas, por un lado cómo el arte es siempre una necesidad (y no solo para los creadores) y por otro una inquebrantable fe en su capacidad para cambiar nuestra mirada e incluso para aportar esperanza y consuelo.
Así nos lo contará el propio Luis Pérez Calvo, narrándonos cómo hubo de abandonar otros proyectos de mayor formato para volcarse de forma casi compulsiva –y sin duda terapéutica– en los cuadernos de pequeño formato que tenía a mano. Podemos leer sus pensamientos fluctuar entre lo apocalíptico –esas ciudades abandonadas en medio de paisajes desolados trufados de agujeros por donde salen “bichos”–; la desesperanza por los fallecimientos de artistas admirados o las noticias de las primeras semanas; la necesidad de refugiarse en la anécdota con la que quería poner algo de humor para huir del abatimiento y el pesimismo; o el lento retorno a los temas de siempre, como las relaciones entre la música popular y la alta cultura. De ahí las tres historias principales que muestran estos cuadernos: “Apocalipsis", “Cronicavirus", con viñetas que el artista ha compartido en Redes Sociales y “Discoteca Esencial Post Covid”.
Los dibujos que contienen los cuadernos de Luis Pérez Calvo son, en cierto modo, metáforas de la vida misma: cada uno constituye un borrador que no se podrá pasar a limpio porque es deudor de un momento concreto e imposible de repetir. Y narran lo que sucedió en unos días convulsos como única forma de llegar a superar sus traumas. De pasar página pasando páginas.